Ayer se constituían en toda España miles de ayuntamientos fruto de los resultados de las pasadas elecciones municipales. Lo que debería ser un día de normalidad democrática se vió sobresaltado por la irrupción de unos pocos pero molestos exaltados que decidieron afear la constitución de ciertos nuevos ayuntamientos con listas donde abundan políticos imputados por corrupción. Es, como no, el caso de la ciudad de Alicante donde la propia alcaldesa está implicada en flagrantes sumarios.
Sonia Castedo con su particular bravura ayer se afanaba a desechar las protestas como expresión de unos pocos radicales que no quieren respetar los resultados electorales ni la voluntad democrática del pueblo. Una doctrina a la que se agarra el PP valenciano para autoexculparse de cualquier acusación de corrupción y plantear cualquier acción de la justicia como un intento subrepticio de arrebatarles la legitimidad que le dan las urnas. Un argumento, no olvidemos, que bien valdría igual para Bildu.
A mí como ciudadano tampoco me vuelve loco la idea de que se increpen a políticos elegidos democráticamente pero igualmente me repugna que un partido como el PP haya permitido meter en sus listas tanto para las elecciones municipales como autonómicas a personas involucradas en sumarios de corrupción e incapaces de producir un relato creible o coherente sobre su presunta connivencia con delincuentes y tramas corruptas. La presunción de inocencia es inviolable pero, como decía acertadamente José María Aznar, un político de altura no puede escudarse en ella ni mucho menos escabullirse en virtud su regimen de aforado. De un representante del pueblo se espera más.
Y sí es violento que a políticos se les increpe a la salida de las instituciones pero insisto, y volvemos a Zizek, más violenta es la falta de higiene y la asboluta ausencia de cualquier principio ético a la hora de mantener en unas listas a unos políticos que sí, a día de hoy son inocentes, pero que existen más que sobrados indicios para pensar que estuvieron implicados en continuados actos de corrupción. Eso sí que es traicionar al pueblo y a la democracia. Y este desastre no tiene otro resposnable que un Mariano Rajoy temeroso de provocar otra escisión como la de Cascos, ha decidido mirar para otro lado y crear el mayor escándalo de la democracia desde los GAL.
Por todo eso, gracias a los que ayer decidieron personarse en el Ayuntamiento y emborronar aunque sea de forma simbólica la formación de un Ayuntamiento impecable formalmente en su constitución pero podrido en su esencia democrática.
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