viernes, 10 de febrero de 2012

La caída de Garzón.

Mycroft lo clavaba ayer en los comentarios de Guerra Eterna. Garzón puede ser una diva y un chapuzas pero la severísima condena por prevaricación no se sostiene. Lo razonable es que se hubiesen anulado las escuchas y se hubieran apartado del caso pero no. La tentación de convertir a Garzón en un ejemplo de por donde no deben discurrir los jueces era irresistible. 

La Lideresa del Cinismo se afana a decir que es una victoria del Estado de Derecho. Imagino que diría lo mismo si las escuchas se hubieran realizado a etarras o a los presuntos asesinos de Marta del Castillo. La Ley debe ser igual para todos. (Risas enlatadas)

Creo que cualquier persona con dos dedos de frente debe conceder que Garzón la cagó al grabar las conversaciones de los acusados con sus abogados. Creo también que podían existir indicios delictivos demostrados que justificaran esas grabaciones. Creo que es sensato que esas escuchas fueran declaradas ilegales y no pudieran formar parte del proceso. Y creo que es una absoluta barbaridad que se condene e inhabilite a Garzón por 10 años. 

Ayer en la velada con Marc Pastor, escritor y policia judicial, a colación del cachondeo que es la justicia española respecto a la persecución de ciertos tipos de delitos, lo decía abiertamente. El sistema judicial español es fruto del trauma post-franquista donde se sigue viendo a los jueces y a las fuerzas del orden como el brazo ejecutor de la dictadura. Es un sistema extremadamente garantista. Ayer a Garzón paradojicamente el juez que intentó dar cierta visibilidad a las víctimas del franquismo, se le vinieron encima los mecanismos y cortafuegos garantistas, y se le condenó como si fuera  un juez franquista que pisotea los derechos fundamentales de los acusados. El mundo al revés.




3 comentarios:

Mycroft dijo...

Gracias por la mención. A mi lo que me jode es la falta de matices... impera el todo o nada...
El mensaje a los jueces con la corrupción es tajante, eso no se toca.

Pd. Guerra Eterna se equivoca. Las resoluciones de Garzón estaban motivadas (esto es, justificadas en derecho citando sentencias) aunque de una forma harto discutible, pero si el cohecho impropio es difícil de demostrar, la prevaricación usando argumentos jurídicos, ni le cuento.

Paolo2000 dijo...

Ayer casualmente estuve viendo la serie Los kennedy y la que se desata cuando Bobby Kennedy se pone manos a la obra con la mafia. !Mucho peor que Bahia de Cochinos!

alex dijo...

Hace pocos día leí un artículo de Manuel Marlasca en el que se trata el tema sin extremismos pasionales...

http://manuelmarlasca.wordpress.com/2012/02/10/garzon-sin-forofismo/

De acuerdo en casi todos los puntos, no tanto en otros, la conclusión es certera: la pena impuesta a Garzón es desproporcionada. Absurda, diría, teniendo en cuenta que implicados lateralmente en la trama Gürtel han sido absueltos pese a la escarpada montaña de pruebas apiladas en su contra. Se ha querido dar un escarmiento con la diva que aspira a ser el niño en el bautizo, la novia en una boda y el muerto en un entierro. Su afán de protagonismo le llevó a creerse por encima del bien y del mal. Una especie de Dios doméstico que enlanza casos populistas (de esos que buscan el aplauso fácil y nunca alcanzan logro alguno) con tramas elogiables que jurista de primer grado podría llevar a cabo.

El resto de causas abiertas en su contra se verán en su momento, y espero que con más ecuanimidad. Mientras tanto me quedo con la reflexión final del artículo de Marlasca: "El derecho a la defensa debe ser sagrado porque eso garantiza la eficacia del Estado de Derecho, pero ese mismo Estado debe impedir que sirva para ocultar la participación de los abogados en las actividades delictivas de sus clientes o la construcción de complejos edificios jurídico-financieros encaminados a camuflar dinero y de la que son cooperadores necesarios algunos letrados. En esas herramientas debe trabajar el Estado. Con ellas, Garzón hoy seguiría siendo juez."

El problema final apunta hacia otro lado, hacia la organización de un sistema judicial viciado por las ideologías.